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lunes, 11 de mayo de 2015

LA COMUNIÓN EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD

EL MODELO PARA NUESTRA COMUNIÓN

Juan 14:15-26

La comunión que hay entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en el proceso de nuestra salvación es el modelo y la fuente de toda comunión humana.

1. LA COMUNIÓN EN EL CIELO.
    En sus últimos discursos de consuelo que Cristo pronunció ante sus discípulos nos describe la unidad, armonía y cooperación que existe en el cielo para nuestra salvación. 
    El Padre tiene un hogar en el cielo para nosotros, y mientras llegamos a ese hogar, nos enviará otro consolador para que nos acompañe siempre. El hijo está por culminar su obra redentora y volverá al cielo, donde nos preparara nuestra vivienda, pero volverá a nosotros. Mientras tanto, su espíritu nos guiará en el mundo para saber cómo conducirnos y nos equipará para llevar acabo nuestra misión. 
    La unidad y diversidad en la Trinidad son un perfecto modelo para sus hijos.

2. LA COMUNIÓN EN EL MATRIMONIO.

    El matrimonio es la primera institución divina que refleja la unidad y diversidad que hay en Dios. Dios creó al ser humano varón y mujer (Gn. 1:27), y aunque son una sola carne (Gn. 2:24), son en realidad dos personas, que, aun siendo individuos distintos, llegan a ser uno en cuerpo, mente y espíritu (1 Co. 6:16-20; Ef. 5:31).
    Así como el padre es cabeza de Cristo, el Mediador, el esposo es cabeza de la mujer, su ayuda idónea.
    Los esposos que comprenden este misterio del matrimonio, lucharan por reflejar esta comunión divina en el modo de relacionarse uno con otro.

3. LA COMUNIÓN EN LA IGLESIA.

    La segunda institución divina donde se refleja la belleza de la unidad y diversidad del cielo es en la Iglesia.
    La Iglesia está constituida por muchos miembros, sin embargo es un solo cuerpo (1 Co. 12:12). Podemos apreciar en ella una diversidad de dones, ministerios, funciones e intereses, pero gracias al Espíritu Santo, somos un templo, un edificio, una vid, un cuerpo, una esposa de Cristo.
     El honor que Dios nos da de reflejar su comunión, su unidad de propósito y su armonía debe impulsarnos a glorificarle, pero también, debe desafiarnos a perfeccionar la comunión en nuestras relaciones como hermanos de la misma familia espiritual.

4. LA COMUNIÓN EN EL MUNDO.

    La Iglesia es el cumplimiento de lo que Dios espera y hubiera querido de todo el mundo; que todas las razas, con todas sus diferencias se unieran de corazón en un solo pueblo, en una sola hermandad.
    El ejemplo lo tenemos en la comunión que Dios logró entre judíos y gentiles (Ef. 2:16, 3:8-10). En Cristo ya no hay judío ni griego, ni bárbaro ni escita, ni esclavo ni libre, ni mujer ni varón, sino que todos somos uno en Cristo (Col. 3:11).
     Podemos ver oscuramente esta belleza divina en las organizaciones internacionales, en confederaciones y tratados internacionales que buscan la unidad, armonía y prosperidad de las naciones.

5. LA COMUNIÓN EN LA SOCIEDAD.

    La unidad, armonía, colaboración y unanimidad del Dios trino la podemos apreciar también en cosas muy cotidianas, al trabajar en una empresa, al participar en un equipo deportivo, al unirnos a una causa social o formar parte de un grupo musical.
     La sabiduría divina se refleja en la unión de fuerzas y capacidades para lograr un solo propósito. Allí  podemos vislumbrar la gloria de Dios, el Creador del ser humano, con toda esa potencialidad de cooperación.
    Donde quiera que se unan dos o tres personas para realizar una tarea están reflejando la comunión que hay en las tres personas de la trinidad.
    Si comprendemos esto, nuestras vidas serán revolucionadas.

6. LA COMUNIÓN EN LA ETERNIDAD.

    Al final de la historia el universo entero experimentará la comunión perfecta: Dios, su pueblo, y el universo entrarán en un estado de unidad, armonía y funcionalidad perfectas. Esta es la gloria que Cristo anhela para sus hijos y para el universo entero (Ap. 4).
    En la eternidad todas las razas se unirán en amor para alabar al Creador y Redentor de nuestras almas, allí se terminaron los odios, las divisiones, los rencores y toda rivalidad. Habrá perdón, gozo, bendición y vida eterna. Ese es nuestro ideal y nuestra meta.

  Se olvidaron las ofensas, nos amaremos como Cristo nos amó y juntos a una voz cantaremos y confesaremos que Jesús es el Señor (Fil. 2:10,11). 
                                                                                                                         Pastor Moisés Brito Valeras

viernes, 8 de mayo de 2015

DONES PARA BENDECIR A LOS DEMÁS

DONES PARA COMPARTIR
Pbro. Moisés Brito Valeras

1ª corintios 12:7
 "A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás."

Los dones espirituales son manifestaciones de la gracia de Dios para edificar a la iglesia y transformar el mundo.

1.      DIOS DECIDE QUIEN REALIZA CADA TRABAJO.

Uno puede quedarse maravillado con la diversidad de ministerios, dones, habilidades y logros que cada persona tiene al trabajar en la iglesia y en el mundo.
El “pero” que Pablo usa para conectar el verso 6 con el 7 ilustra el error que cometían los corintios al aplaudir unos dones y menospreciar a otros. El apóstol aclara que toda labor que se realiza en el reino de Dios es decidido por Dios.
Hay una sola fuente de todos los dones: el Trino Dios; y un solo objetivo: el bien de la comunidad.

2.    DIOS OTORGA A CADA CREYENTE SUS DONES

Usted se equivoca al pensar que los dones solo pertenecen a los pastores, misioneros, líderes, oficiales o maestros de la iglesia.
La Biblia dice: “a cada uno le fue dada la manifestación del Espíritu.” De modo que no existe el elitismo en el pueblo de Dios. Dios nos deja claro que todo hijo suyo posee un número de dones para desarrollarlos en bien del cuerpo de Cristo y el establecimiento de su reino en la tierra.
Es deber de cada creyente descubrir sus dones y usarlos conforme a los principios del Señor para hacer bien al prójimo.

3.   DIOS ACTÚA A TRAVÉS DE CADA DON

Cada don es “una manifestación especial del Espíritu.” Si uno ayuda, administra, dirige, canta, cocina, limpia, enseña o consuela a otra persona, si lo hace por la fe en Cristo y para la gloria de Dios, entonces está poniendo en evidencia la acción del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo no se manifiesta por ruido, llanto, temblores, gritos o caídas al suelo. Se manifiesta por el ejercicio de tareas que hacen bien a los demás. El servicio a los demás en el nombre de Cristo, reconocido o no, ya es razón suficiente para hacernos felices porque es la obra de Dios por medio de nosotros.

4.   DIOS ACTIVA NUESTRO PODER PARA SERVIR

El propósito de los dones recibidos no es engreimiento, la rivalidad, el enriquecimiento, ni la tiranía. El propósito es “el bien de los demás.
Toda la carta a los Corintios, y especialmente los capítulos 12-14, nos indica el enfoque de buscar la utilidad de los dones para edificar la iglesia y para transformar el mundo. El apóstol cuestiona: ¿De qué sirve hablar en lenguas si la iglesia no es edificada? ¿De qué sirve cantar hermoso si la iglesia no es edificada? ¿De qué sirve orar de manera impresionante si la iglesia no es edificada?
Aunque el poseedor del don pueda ser beneficiado con su don, ese no es el propósito principal del don. Es para hacer bien a otros.

5.   DIOS UNE A SU IGLESIA POR MEDIO DE SUS DONES.

Los dones están distribuidos, organizados y relacionados en un cuerpo. Dios es soberano, sabio, justo, y bondadoso, al organizarnos a todos los creyentes en un cuerpo con diversidad e interdependencia.
La idea del cuerpo excluye las ideas de orgullo, egoísmo, o pereza. “Los demás” son parte de mí mismo, ya sea como familia humana o familia espiritual. Los lazos que me unen a la comunidad son puestos, sostenidos y habilitados por Dios para hacer de este mundo un mundo para Dios.
Saber que por la gracia de Dios soy dependiente – y eficiente – para los demás, me libra de la ansiedad y la frustración.

6.   DIOS LLAMA AL CREYENTE A SERVIR AL MUNDO

El don en sí mismo constituye un llamado, una vocación, un mandato de Dios para servir no solo en el ámbito de la iglesia, sino en este mundo que ha sido reclamado por Dios como su propiedad, donde debe hacerse visible su reino por medio de la influencia de cada creyente.
El Señor Jesús enseñó a multitudes, alimentó a miles, sanó a incontables enfermos y buscó la reforma del templo y la religión.

Los creyentes deben ser luz del reino de Dios en el arte, en la ciencia, en la política y en todo quehacer humano.