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jueves, 29 de agosto de 2013

CÓMO ESCUCHAR UN SERMÓN

CÓMO ESCUCHAR UN SERMÓN

Lucas 8:4-18
De cada pueblo salía gente para ver a Jesús, y cuando se reunió una gran multitud, él les contó esta parábola: «Un sembrador salió a sembrar. Al esparcir la semilla, una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron. Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se secaron por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos que, al crecer junto con la semilla, la ahogaron.Pero otra parte cayó en buen terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Sus discípulos le preguntaron cuál era el significado de esta parábola. 10 «A ustedes se les ha concedido que conozcan los secretos del reino de Dios —les contestó—; pero a los demás se les habla por medio de parábolas para que
»“aunque miren, no vean; 

aunque oigan, no entiendan”.

11 »Éste es el significado de la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12 Los que están junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y les quita la palabra del corazón, no sea que crean y se salven. 13 Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen raíz. Éstos creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba. 14 La parte que cayó entre espinos son los que oyen, pero, con el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida, y no maduran. 15 Pero la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha.
16 »Nadie enciende una lámpara para después cubrirla con una vasija o ponerla debajo de la cama, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz. 17 No hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada oculto que no llegue a conocerse públicamente. 18 Por lo tanto, pongan mucha atención. Al que tiene, se le dará más; al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»

1.    ASEGÚRESE DE TENER OÍDOS PARA OÍR.

El pasaje que nos ocupa es de sobra interesante. Trata precisamente de cómo escuchar la Palabra de Dios. Jesús nos informa que hay cuatro tipos de corazones que oyen la Palabra de Dios, pero sólo uno el que oye apropiadamente. Tres de ellos fracasan en retener la Palabra. Pero aún el que oye sólo puede hacerlo si tiene oídos para oír, y eso no depende de él, sino sólo de la gracia de Dios. Para oír a Dios tenemos que estar seguros de haber sido regenerados por el Espíritu de Dios. Deberíamos poder, pero no podemos.
   ¿Cómo sabemos que tenemos oídos para oír? si nos hemos arrepentido de nuestros pecados y hemos creído en el Salvador Jesucristo.

2.    ESFUÉRCESE POR ENTRAR AL REINO.

La tecnología está arrinconando la predicación a la zotehuela donde se encuentran las formas de comunicación obsoletas. Esto no es nuevo, por otras razones, los griegos menospreciaban la predicación del evangelio, la tenían como una locura. En realidad, cualquier forma de comunicación está limitada.
   Hay una razón por la cual la predicación tendrá pocos resultados: La puerta a la vida eterna es angosta, y el camino es estrecho. El Señor Jesús insta al que oye una predicación: “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque muchos tratarán de entrar y no podrán” (Lc. 12:24). La predicación es una valiosa oportunidad.

3.    ELIJA EL MODO CORRECTO DE OÍR.


Jesús explica los cuatro modos de escuchar un sermón: Primero, los que oyen pero siguen coqueteando con Satanás. El diablo arrebata la semilla de la Palabra. Segundo, los que oyen con gozo, pero comparten su gozo con el pecado, así que cuando viene la tribulación prefieren el pecado. Tercero, los que aceptan la palabra, pero la ponen en la misma canasta donde tienen las preocupaciones, riquezas y placeres. Pronto la Palabra queda sepultada por lo más placentero.
   El único modo correcto de oír es teniendo un corazón recto y bueno. Venir con el deseo de poner en práctica la Palabra y buscar sinceramente a Dios. Entonces podremos retener y perseverar en la Palabra.

4.      DESARROLLE EL OÍDO ESPIRITUAL.

Oír el mensaje de Jesús en una predicación es una capacidad de unos cuantos. Todos tenemos orejas, pero no todos contamos con el oído espiritual que requiere la predicación. El que lo tiene oye más que las palabras del predicador humano. Escucha a alguien más que al predicador terrenal. Hay tesoros que considera más valiosos que el oro y los diamantes, los cuáles recibe, retiene e invierte para enriquecer su vida.
   Los discípulos contaban con el “oído para oír”, pero no los fariseos. Las parábolas ilustraban la verdad espiritual para los discípulos, pero la oscurecían y ocultaban para aquellos religiosos soberbios.

5.      ESCUCHAR, O SALVA O ENDURECE.

La Biblia es muy clara respecto al poder de la Palabra: La misma que ablandó el corazón de Moisés, endureció el corazón de Faraón; ablandó el corazón de Isaías, pero endureció el corazón de los príncipes de Israel; vivifica el corazón de los elegidos, pero confunde el corazón de los réprobos (Ro 9:17,18; Is 6:9, 10; 2 Co 2:15,16).
   Ni Noé, ni Isaías, ni Esteban fueron predicadores fracasados; algunos predicadores no tienen grandes audiencias ni mucha aceptación, pero no quiere decir que la Palabra haya fallado. A veces está cumpliendo con la función de endurecer (Ro 1:24).

6.      ATIENDA PARA TENER MÁS.

“Por tanto, pongan mucha atención – Dice Jesús - al que tiene, se le dará más; al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará” (v.18). Esta es la razón de la parábola del sembrador. Es increíble ¡Cuánta gente cree tener la Palabra de Dios! ¿Pero de que le sirve al que no la oye para obedecerla? Solo le condena más (Jer 5:14). Porque en el día del juicio, aun lo que cree tener se le quitará.
   Tienen la Palabra, pero no tienen la convicción, y Satanás se las arrebata. Tienen la Palabra, pero no tienen pasión, y cuando viene la prueba, su dolor se las arrebata. Tienen la Palabra, pero no tienen fe, entonces aparece el mundo y con sus ofertas les arrebata la Palabra.
   Si oyes con atención, además de un oído espiritual, tendrás fruto en abundancia.

Pbro. Moisés Brito Valeras

miércoles, 21 de agosto de 2013

CÓMO ENTENDER LA BIBLIA



SALMO 119:17-24

17 Trata con bondad a este siervo tuyo;
así viviré y obedeceré tu palabra.
18 Ábreme los ojos, para que contemple
las maravillas de tu ley.
19 En esta tierra soy un extranjero;
no escondas de mí tus mandamientos.
20 A toda hora siento un nudo en la garganta
por el deseo de conocer tus juicios.
21 Tú reprendes a los insolentes;
¡malditos los que se apartan de tus mandamientos!
22 Aleja de mí el menosprecio y el desdén,
pues yo cumplo tus estatutos.
23 Aun los poderosos se confabulan contra mí,
pero este siervo tuyo medita en tus decretos.
24 Tus estatutos son mi deleite;
son también mis consejeros.

1.   PROPÓNGASE OBEDECER LA PALABRA. v.17

La vida sin la Palabra puede volverse oscura y sin sentido. Es como un laberinto lleno de callejones sin salida y el dolor y la miseria son cotidianos. Solo la Palabra de Dios le da un verdadero propósito y una nueva dimensión sin límites. Se proyecta hacia la eternidad
   La vida terrenal cobra colorido, pasión y hermosura. Por eso, cuando venimos a la Palabra tenemos el deseo de obedecerla para representar a Dios en la tierra. Si no tenemos la intención de obedecer la Palabra, no la entenderemos. Nos parecerá extraña y contradictoria.

2.   PIDA ENTENDIMIENTO ANTES DE LEER. vv.18,19.

Sin la gracia de Dios, el ser humano tiene un velo en su entendimiento que le incapacita para apreciar su sabiduría.
   El hombre está muerto, sordo, ciego e insensible. Aun cuando ya es creyente las tinieblas nublan su entendimiento. Los resquicios de pecado no le permiten profundizar en las maravillas de la ley.
   Necesitamos orar e implorar entendimiento, sabiduría, inteligencia y percepción. Es el Espíritu Santo el único poder para creer en la Palabra, comprenderla en todo su sentido, asimilarla y aplicarla a nuestra vida.

3.   ESTUDIE SISTEMÁTICAMENTE TODA LA BIBLIA. v.20
         
Cuando no estudiamos la Biblia de manera sistemática, nuestro conocimiento queda desarticulado, desordenado, incoherente.
   Dios nos dotó de una  mente con el poder de ordenar, clasificar, sistematizar y ver la Biblia como un cuerpo de doctrina.
   El Espíritu Santo provoca en nosotros un hambre espiritual que se satisface mediante tres alimentos: Oración – Palabra – Sacramentos.
   Se llaman “Medios de Gracia” que sustentan nuestra alma y nos mantienen saludables.
   Para aprovechar los nutrientes de la Palabra siga este proceso: 
   Lea – Estudie – Medite – Memorice – Aplique.

4. ESCOJA LA BENDICIÓN Y NO LA MALDICIÓN. vv.21,22

El propósito de la Biblia no es que usted sepa más, sino que viva, y que viva en abundancia. Que reciba la bendición de Dios. La soberbia nos inclina hacia la maldición. Dios reprende a los infieles y maldice a los apóstatas. Los montes Ebal y Gerizim nos recuerdan la invitación divina: Escoge la Bendición, opta por la vida.
   Pero el salmista reconoce que la lucha en su interior está perdida a no ser que la gracia le dé la victoria. Por eso tenemos que orar para pedir: Que Dios nos enseñe (v.12), que Dios nos revele (v.19), que nos dé entendimiento (v.27), que incline nuestro corazón (v.36), que nos vivifique (v.88), que afirme nuestros pasos (v.133) y que nos busque cuando nos extraviamos (v.176).

5.   PERSEVERE CONFIANDO EN LA PALABRA. v.23

Llega el momento cuando amenaza el desánimo. Cuando el pecado se hace aceptable, la maldad se vuelve popular y la corrupción domina las altas esferas, la voluntad se ve tentada a ceder.
    Los líderes fallan, los gobernantes persiguen al justo y hasta los pastores atentan contra las ovejas. Pero un corazón sabio atesorará la ley, meditará en los beneficios de guardar los mandamientos y se mantendrá dentro de los límites del reino de Dios.
   Débora, Nohemí y Daniel lo hicieron y tuvieron éxito. Josué 1:8 nos da tres pasos para el éxito en medio de los grandes desafíos: Recita -  Medita – Cumple.

6.   DELÉITESE CONTINUAMENTE EN LA PALABRA. v.24

Todos tenemos en algún lugar especial las cartas, tarjetas, mensajes o escritos de las personas que más amamos o que en algún tiempo hemos amado. Esas palabras son un deleite para nuestro corazón. Nos revelan el amor de esa persona y alimentan nuestra autoestima.
   Piense en la escritura, no solo como un mensaje de amor de parte de Dios, sino como un legado de sabiduría que le mostrarán el camino a la vida y a la felicidad eterna. Ellas deben ser su especial deleite en tiempos de alegría, pero también en tiempos de soledad y conflicto. Deben ser su consuelo y su fuente de consejo y dirección.


Pbro. Moisés Brito Valeras