Edificar
es un trabajo difícil. Requiere tener en mente el tipo de edificio que queremos
construir, eso exige imaginación, ingenio, proyección. Las mujeres saben qué
tipo de matrimonio quieren lograr y qué tipo de familia desean construir, y
hacia allá dirigen sus esfuerzos. Tienen la capacidad de imaginar un ideal para
su hogar y un sueño por el cual luchan, sufren, trabajan y se sacrifican. En aras
de ese sueño renuncian a sus aspiraciones personales, sacrifican su salud, y
exponen sus espaldas para llevar pesadas cargas.
Mi
padre edificó varias casas. La primera de la cual tengo memoria era de varas y
lodo. Su economía de aquel momento no le daba para más. Después de peregrinar
por varias casas de renta por muchos años, por fin tenía una propia. La
construcción de aquella casa requería de sabiduría para aprovechar bien los
recursos. Requería de organizar a los hijos para colaborar en la construcción.
Demandaba paciencia para ir construyendo poco a poco lo que finalmente
protegería a la familia del frío, las incomodidades, la economía y las lluvias.
Una mujer también requiere de esta sabiduría, paciencia, empeño y perseverancia
para edificar su hogar. Necesita mucha oración, diálogo con el marido, atención
a los hijos, estudio de la Palabra de Dios y el ejercicio de la disciplina en
los pequeños.
La
segunda casa que construyó mi padre, de la cual tengo memoria, fue de adobe, un
material de mayor resistencia, solidez, duración, y muy térmica. Para esa casa
puso cimientos profundos, investigó como se hacen los adobes y él mismo los
fabricó y nos enseñó a hacerlos. Hizo uso de paja, como los hebreos, transportó
barro en carretilla, trajo agua de lejos y poco a poco le dio forma a la casa
donde él quería resguardar a su valiosa familia. Una mujer que edifica su
hogar, necesita poner cimientos morales y espirituales bastante profundos y
estables, que resistan los temblores de la vida, las corrientes de agua de
inmoralidades, y que la casa no se hunda en los problemas. Los cimientos deben
ser principios morales no negociables, inconmovibles, perenes, respetados por
padres e hijos. Cuando el marido no coopera en la formación de esos cimientos,
la mujer debe pedir la sabiduría de Dios, echar mano de la fuerza del Espíritu
Santo y el respaldo de la autoridad divina para para establecerlos ella. Una
mujer sabia no renunciará a su deber de
edificar bien su casa. No le echará la culpa a su marido, o a los suegros, o a
los abuelos de mal educar a sus hijos.
Es
la mujer necia la que con sus manos derriba su casa cuando usa materiales
pobres en la construcción de la misma, materiales como el rencor, el miedo, la
culpa, la pereza, la indolencia, la permisividad, la inseguridad, la indecisión
y la competencia por el poder. Una casa con esos materiales pronto sufrirá
grietas, tendrá goteras y el piso se partirá en dos. Pronto los miembros de la
familia tendrán que abandonar esa casa de terror.
Mi
madre, a la par que mi padre edificaba casas, para su propia familia y para sus
hijos, ella edificaba moral y espiritualmente su familia. Orientaba a sus
hijas, disciplinaba a sus hijos, reprendía el pecado, cultivaba los valores espirituales; nos indujo a todos a
amar a Dios y servir al Señor Jesucristo, con sus palabras y con su ejemplo.
Ella no solo nos llevaba a la iglesia, sino, también trabajaba en sus
ministerios, servía en sus organizaciones y junto con mi padre colaboraba en
las misiones de la iglesia.
Los
misioneros y los pastores se sentían muy agradecidos por la ayuda de mis padres
en la iglesia. Sabían que podían contar con ellos para el trabajo del reino de
Dios. Tal vez por eso hoy los cuatro hijos varones son oficiales de la iglesia,
y las mujeres tienen cargos y ministerios fructíferos en las iglesias donde
sirven. Tal vez por eso, mi madre tiene su sepultura junto a la sepultura de un
misionero que fue pionero en la siembra del evangelio en el estado de guerrero,
porque ella fue una mujer que edificó su casa con sabiduría, y así puso su
granito de arena para edificar el reino de Dios en la tierra. Ella se cuanta
entre las mujeres que edifican, y no destruyen.
Pbro.
Moisés Brito Valeras
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