Lectura: Marcos 11
1. LA PRESENTACIÓN DEL REY. 1 -11
a) Jesús cumple
la profecía.
Toda la obra milagrosa del mesías se ve coronada con su presentación oficial en
la ciudad del Rey. Envía a su comitiva para disponer del burrito como Señor de
la ciudad. El acto de subirse al asnillo es una declaración pública de su
oficio como Rey de Israel. Cumple la profecía de Zac. 9:9.
b) Jesús recorre
la alfombra real.
Desde que sale de la casa de Lázaro en Betania, comienza a recorrer el camino
tapizado de palmas, ramas y mantos que la multitud coloca para dar la
bienvenida al Ungido. Es la forma en que los miles de peregrinos demuestran su
alegre sumisión al Rey de Israel.
c) Jesús recibe
la aclamación del pueblo.
Es una fiesta de recepción llena de alborozo, colorido, cantos y saludos al tan
esperado libertador. Cerca de tres mil voces se unen en coro para glorificar al
Señor por restaurar el reino de David. Jesús ya no pide discreción, ahora
alienta a la multitud para anunciarse en Jerusalén.
2. LA LIMPIEZA DE SU PALACIO 15 - 18
a) El celo por
su casa.
Jesús comienza y termina su ministerio terrenal con la purificación de su casa
(Cf. Jn. 2:13-17). No hay cosa más abominable para Jesús que en la propia casa
de su Padre se albergue la hipocresía, el robo y un ceremonialismo muerto. Su
corazón no pudo tolerar tanta irreverencia y abuso del santuario.
b) El celo por
su misión. La
mercadería se había realizado en el atrio de los gentiles, el lugar designado
para que Israel proclamara el evangelio al mundo. El culto, las Sagradas
Escrituras, los sacrificios, las promesas del Mesías, habían perdido el sentido
de la misión para lo cual fueron dados por Dios (Is. 56:7).
c) El celo por
la adoración.
La experiencia más maravillosa que Dios quiere para las naciones es la
experiencia de la adoración. Nuestra meta no es la gran comisión, ni la
salvación de los pecadores, sino el gozo de las naciones al adorar a Dios (Sal.
67:3-5). La religiosidad vacía de los judíos estaba clausurando el acceso de
los pueblos al gozo de la adoración a Dios.
3.
LA ADVERTENCIA A LA IGLESIA. 11 – 14 y 19 - 26
a) La tragedia
de la higuera.
Esta higuera estaba fuera de tiempo. No era época ni de higos ni de hojas. Pero
allí estaba, muy frondosa, anunciando que había higos. Pero lo trágico es que
era estéril. No tenía fruto. El Señor Jesús tenía hambre, pero quedó
desilusionado con esta higuera estéril. La maldijo.
b) El símbolo de
la nación. La
ocasión nos enseña claramente que Jesús está mostrando un símbolo de la nación
de Israel; pero como la Escritura es permanente, hoy constituye una advertencia
a su iglesia. Recordemos que fuimos creados para glorificar a Dios, y Dios es
glorificado cuando producimos fruto (Mc. 12:1-12; Lc.13:6-9).
c) El anuncio
del juicio.
La maldición y la destrucción de la higuera es una advertencia para el pueblo
de Dios. Toda comunidad de creyentes en Cristo que no se arrepienta de su
esterilidad y no vuelva a su primer amor está expuesta a la destrucción. Jesús
bendice y prospera a su pueblo que le sirve de corazón, pero se llena de ira
ante la apostasía.
4. LA REVELACIÓN DE SU AUTORIDAD. 27 – 33
a) Los rebeldes
tienen una objeción.
Naturalmente, como Cristo había pisado los intereses de los principales
sacerdotes, hubo una reacción violenta: ¡Qué facultad tenía Jesús para
intervenir en el templo! Jesús no era ningún Rabí reconocido, no pertenecía al
Sanedrín, ni formaba parte de alguna respetable secta de los judíos.
b) Jesús
desenmascara la impostura.
Jesús usa la mejor manera de exhibir la falsedad de los sacerdotes al pretender
dirigir la vida espiritual de la nación. Pregunta sobre el bautismo de Juan,
¿era del cielo o de los hombres? Como autoridad espiritual los sacerdotes tenían
la obligación de discernirlo. Pero su impostura queda descubierta. No sabían.
c) Jesús deja clara su autoridad. Jesús no necesitó
contestar la pregunta de los sacerdotes. Aceptar al bautista era aceptar al
Ungido anunciado por él; rechazarlo, era rechazar la voz de Dios. La
incapacidad de los líderes para discernir el camino de Dios afirma la
autoridad, autenticidad y superioridad de Jesús. El Señor del templo ha llegado
para gobernar a su pueblo.
Pbro. Moisés Brito V.
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