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lunes, 18 de febrero de 2013

CONFÍE EN NUESTRO SUMO SACERDOTE



Hebreos 4:14-16

14 Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.






I.  PODEMOS CONFIAR EN JESÚS PORQUE ÉL ES DIOS







1.  Es el sacerdote más grande. Toda la carta a los hebreos ilustra la excelencia de Jesús por encima de las figuras del Antiguo Testamento. Se describe el oficio sacerdotal de Cristo, pero se le distingue como Sumo Sacerdote. El autor agrega un calificativo para compararlo con Aarón. Él es el Gran Sumo Sacerdote. Su sacrificio lo hace superior a todo sacerdote.







2.  Es el sacerdote divino. Lo que hace grande a Cristo no es el hecho de que sea Sumo Sacerdote, sino que Él es el Hijo de Dios. Se apunta este hecho para recordar su gloria y su poder. Por ser el Hijo, pudo resucitar, presentar el sacrificio perfecto, entrar al cielo y otorgar los beneficios de su obra a todos sus escogidos.







3.  Entró al santuario celestial. Jesús se metió “hasta la cocina”. No sólo podía entrar al lugar santo y al lugar santísimo, sino incluso a la misma presencia de su Padre para presentar su sacrificio. Pero no sólo entró un momento y salió, sino que se sentó a la derecha de Dios para desde allí bendecir a su pueblo.







4.  Su entronización provee seguridad. Jesús no se sentó en su silla real para ostentar su majestad y servirse de su posición. Se colocó al lado del Padre para interceder continuamente por su iglesia y dirigir el universo a favor de ella. Se asegura de que recibamos todos los beneficios de nuestra salvación; eso debe fortalecer nuestra fe.







II.  PODEMOS CONONFIAR EN JESÚS PORQUE ÉL ES HOMBRE







1.  Su exaltación provino de su humillación. Los hebreos podrían haber tomado una actitud infantil y pensar “Jesús está tan lejos de nuestra realidad que nunca nos podría comprender”. Pero el escritor nos dice que Cristo nunca hubiera sido exaltado si antes no se hubiera humillado. Sufrió lo mismo que nosotros sufrimos actualmente, y más (He. 2:18).







2.  Su exaltación descansa en su humanidad. Al Dios de gloria no se le añade gloria, al Dios de poder no se le atribuye poder, al Dios exaltado no se le puede exaltar. Es la humanidad de Cristo la que es exaltada, no su divinidad. Y es en esa humanidad caída donde radica su capacidad para comprender nuestras luchas y debilidades.




3.  Su perfección vino de vencer la tentación. El Mediador tiene la capacidad de estar al mismo tiempo al lado del Padre y al lado nuestro. Comprende la perfección exigida del Padre y comprende la imposibilidad humana para alcanzarla. Él provee la fórmula para sustituir nuestra incapacidad, con su Perfección, su Justicia y su Expiación.







4. Su impecabilidad no negó su debilidad. La debilidad de la humanidad de Jesús se hizo evidente en todos los días de su existencia terrenal: llanto, persecución, hambre, cansancio, soledad, temor, angustia, agonía y muerte. Hebreos describe el drama de su batalla por la cruz en el huerto de Getsemaní (He. 5:7)







III.  DEBEMOS RECURRIR A JESÚS PARA RECIBIR SU AYUDA.







1. Acérquese al trono de su Rey. En primer lugar, Jesús quiere que nos acerquemos con confianza a Él, nuestro Sacerdote. En segundo lugar, debemos tomar en cuenta que Él está en el trono; desde allí ejerce su autoridad a favor nuestro. En tercer lugar, recordemos que en cuanto a sus escogidos, su trono es de gracia, no de juicio. Allí hallará perdón.







2. Arrepiéntase de su pecado. La gracia es para los que reconocen su pecado, lo confiesan al Sumo Sacerdote y se apartan de él. No podemos acercarnos a Cristo sin alejarnos del pecado; es imposible. El sólo hecho de tener un Sacerdote en los cielos implica la existencia del pecado y nuestra lucha contra él. Jesucristo permanecerá intercediendo por nosotros mientras dure nuestra milicia contra el mal.







3. Confíe en el sacrificio del Sumo Sacerdote. Jesucristo tiene la particularidad de ser el Sacerdote y la ofrenda a la vez. Él es nuestro intercesor y nuestra expiación. ¡Sacerdote y sacrificio en uno! El Juez, el Fiador y la Fianza. Desde su trono nos dice: Ven; todo está pagado; ya lo arreglé; el Padre te está esperando.







4. Reciba perdón y ayuda oportuna. ¿Qué le espera ante el Rey-Sacerdote Jesús? Misericordia y Gracia. Misericordia para el afligido y gracia para el culpable. Sanidad para el sufriente y perdón para el pecador arrepentido. Eso significa restauración y ayuda para vencer y triunfar. Salir del fracaso y alcanzar la victoria. Un detalle importantísimo, en el cielo no hay burocratismo, su ayuda será en el momento que más la necesitemos.




Pastor Moisés Brito.

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