Pablo en Mileto |
“Pero de ninguna cosa hago caso ni
estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y
el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de
la gracia de Dios.”
Hechos 20:24
Un padre de
familia llevó a sus dos hijas a la zona de juegos de un parque. Encontró una
alberca de pelotas de un metro con veinte centímetros de profundidad. En el
centro había una pequeña base con unos cañones de aire para meter las pelotas y
lanzarlas. Los niños se meten a la alberca, agarran pelotas, las colocan sobre
los agujeros y ¡Yupiiii!… las pelotas vuelan.
La hija mayor,
Juanita, lo hizo muy bien. En cambio Andrea, de tres años de edad, tuvo
dificultades. Ni bien entró en la alberca, se cargó los brazos de pelotas.
Ahora, es bastante difícil avanzar por la alberca hundido en pelotas hasta la
cintura con los brazos levantados haciendo equilibrio. Y con los brazos
cargados resulta imposible.
Andrea dio un
paso y se cayó. Intentó incorporarse luchando sin soltar las pelotas. No podía
hacerlo. Comenzó a llorar. El papá caminó hasta el borde de la fosa.
—Andrea —dijo suavemente—, suelta las pelotas y podrás caminar.
—¡No! —gritó,
mientras se sumergía debajo de las pelotas. Su padre extendió sus brazos y la
levantó. Ella seguía aferrada a su montón de tesoros.
— Andrea —dijo
su padre sabio y paciente—, si sueltas las pelotas, podrás caminar. Además, hay
muchas pelotas cerca de la base.
—¡No!
Dio dos pasos y
se volvió a caer.
No se permite
que los padres entren a la alberca. El padre intentó alcanzarla desde la
orilla, pero ya no pudo. Estaba en algún punto debajo de las pelotas, así que
nuevamente le habló.
—Andrea, suelta
las pelotas para que te puedas levantar.
---¿Noooo!
—Andrea —dijo
su padre un poco molesto—. No te podrás levantar a menos que sueltes las…
—¡¡¡¡¡Nooooo!!!!!
—Juanita, ven a
ayudar a tu hermana para que se pueda levantar.
A estas alturas
la escena ya era un show para la gente que estaba cerca. Juanita se desplazó
por el mar de pelotas hacia el lugar donde estaba sepultada su hermanita. Metió
la mano buscando a Andrea para ayudarla a levantarse. No tuvo la fuerza
suficiente. Andrea seguía aferrada a las mismas pelotas que había agarrado
desde el principio. Juanita se enderezó y sacudió la cabeza.
—No la puedo
levantar, papá.
—¡Andrea! —dijo
con fuerza su padre, ¡suelta las pelotas para que te puedas levantar! El grito
que venía de lo profundo de las pelotas sonaba apagado, pero claro.
—¡¡¡¡¡Nooooo!!!!!
—Juanita —dijo
su padre enojado—. Quítale las pelotas a tu hermana.
Juanita se
zambulló, hurgando entre las pelotas como un cachorro que cava en la tierra.
Olas de pelotas se hacían en la superficie mientras las dos luchaban a muerte
abajo. Con desaliento el padre lanzó una
mirada de súplica al vigilante de los juegos. No tuvo que decir palabra.
—Entre —le
dijo.
Levantó a su
pequeña Andrea y la llevó hasta la base de los cañoncitos de aire. En todo el
proceso ella nunca soltó sus pelotas.
¿Qué es lo que
lleva a los niños a inmovilizarse aferrándose tan fuertemente a los juguetes?
Sea lo que sea, lo aprendieron de sus padres. Nosotros nos mantenemos aferrados
a la vida. Difícilmente podrá alguien arrancarnos de nuestros tesoros terrenales. (Max Lucado)
Reflexionando en el texto, podemos determinar una resolución bíblica para el año 2013. Es la
resolución de Pablo, es la mía, y puede ser la suya si lo desea.
1.ESTIMARÉ
MI VIDA POR SU UTILIDAD EN EL REINO DE DIOS.
“Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí
mismo”, declara el misionero. La mayoría valora la vida por lo que ella es
en sí misma. La vida por la vida misma. Vivir por vivir. Y todos queremos un
buena vida, cómoda, segura, saludable, exitosa. Pero Dios no nos permite ese
pensamiento. La vida sólo tiene valor cuando se invierte en el avance del reino
de Dios. “Buscad primeramente el reino de Dios” (Mt. 6:33), dice Jesús. También
dijo que “todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí, la hallará” (Mt. 16:25). Reconocemos que por sobre
todos los poderes del mundo está el poder de Dios, y que Él es la solución a
los problemas de nuestro país. El alcoholismo, la drogadicción, los suicidios,
la corrupción y la violencia se terminarán cuando el reino de Dios venga al
corazón de los hombres. Nuestra vida tendrá verdadero valor cuando por medio de
nosotros hagamos venir ese reino a los que nos rodean. De otra manera, nuestra
vida puede ser exitosa a nuestros ojos, pero inútiles a los ojos del Creador.
2.
ME
ESFORZARÉ POR SER FIEL EN MI VIDA CRISTIANA.
“Con tal que acabe mi carrera con gozo” dice el apóstol. La carrera
del cristiano se refiere a su vida cristiana, en la forma que le corresponda.
Todos nos esforzamos por ser fieles en algo, ya sea en la carrera vocacional,
en el trabajo, en el quehacer de la casa, en una relación de pareja, o en
nuestra rutina diaria. Hay cosas que hacemos “religiosamente”, menos cumplir
con nuestra vida cristiana. La carrera a la que el apóstol se refiere es a su
vida espiritual, su compromiso con la Palabra de Dios, su obediencia al
Espíritu Santo, su llamado como apóstol, al ejercicio de sus dones, al cuidado,
entrenamiento, y comunión con los demás creyentes, pero sobre todo a cumplir
con su misión de ganar almas para el reino de Dios.
Concentrarnos
en la carrera evitará que nos distraigamos con cosas insignificantes como los
bienes materiales, los placeres carnales, la ambición de poder, y la pasión por
las posiciones en el mundo.
3. RECIBIRÉ CON ALEGRÍA EL MINISTERIO QUE
CRISTO ME ASIGNE.
“Y el ministerio que
recibí del Señor Jesús”, agrega el autor. Hoy, hay muchos que se creen
apóstoles, como si tal designación significara un fuero. Pero desde que el
Señor lo llamó le dijo a Ananías que fuera a orar por él porque “yo le mostraré cuánto le es necesario
padecer por mi nombre.” (Hc. 9:16). Ese era el ministerio de Pablo, ser
apóstol, con todas las aflicciones que eso significaba. Pero ni todos los
padecimientos juntos se podían comparar con el valor del propósito del mismo y
los resultados que Cristo traería al ejercerlo. La gratitud en el corazón del
apóstol lo impulsaba a considerar su ministerio como un gran privilegio
recibido de manos del Señor Jesús. Este es el concepto que todos debemos tener
de los ministerios que hayamos recibido en la iglesia. Aparte de nuestras
vocaciones para desarrollar en el mundo, todos somos llamados por el Señor
Jesucristo a ejercer un ministerio en la comunidad del reino de Dios. Si usted
actualmente no está desarrollando ningún ministerio, es el tiempo de recibir
ese ministerio al que se ha estado resistiendo desde hace mucho. Es Jesús el
que nos llama a servir como Él lo hizo.
4.
CUMPLIRÉ
CON EXCELENCIA MI SERVICIO PARA LA GLORIA DE DIOS.
“Y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado”. Todos hemos
sido llamados a ser siervos. No todos tendremos el mismo tipo de servicio
dentro del reino de Dios. Hay una diversidad de ministerios: músicos, maestros,
ujieres, diáconos, consejeros, líderes de jóvenes, según sea nuestro talento y
llamado, pero todos tenemos que cumplir en calidad de siervos. Por haber
recibido este cargo de manos del Señor Jesús, y porque ante él daremos cuenta
de los resultados, entonces tenemos que realizar nuestro servicio con una calidad
de excelencia, de tal modo que Dios sea glorificado con los frutos. Los
aplausos son atractivos y adictivos, muchos siervos se han visto atrapados por
su hechizo y se han desviado del propósito del servicio: Glorificar a Dios. Ningún
siervo de Dios ha dejado tan claro registro de la excelencia, la disciplina y
buen propósito de su servicio que el apóstol Pablo. Haga suyo su propósito para
este año que inicia.
5.
USARÉ
MI OCUPACIÓN PARA COLABORAR EN EL REINO DE DIOS.
“Para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. No todos
somos llamados para ser predicadores de tiempo completo, como el apóstol. Pero,
dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios, no es tarea exclusiva de los
pastores. El llamado a la misión es para todos los creyentes. Además, el
apóstol utilizaba su habilidad como fabricante de tiendas para sostener su
ministerio. La ocupación que tengamos debe servir como un vehículo, un
instrumento, una fuente de recursos o una oportunidad para “dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Debo
preguntarme cuál es el propósito más alto por el cual Dios me dio este empleo. Debo
preguntarme de qué manera Dios está usando mi carrera, empleo o posición para
extender su reino. Nuestra fuente de vida es Dios, y nuestra meta última es
Dios, así que sus intereses son más importantes que los míos en mi ocupación.
No hay mejor inversión que rindiendo nuestra vida a nuestro Creador. Ninguna
ocupación dejará más impacto en el mundo que el testimonio del evangelio.
6.
ESTIMARÉ
EL EVANGELIO DE JESÚS COMO MI MAYOR TESORO.
“Dar
testimonio del evangelio de la gracia”. Suponga que el carácter de Dios,
con toda su majestad, poder, justicia y santidad es como un huracán ante
nuestro negro pecado, y que su gracia es como el ojo de ese huracán. En ningún
lugar hallará más paz que en el ojo del huracán. Allí hay silencio y quietud.
Alrededor hay juicio, destrucción y devastación. El evangelio es el túnel para
llegar al ojo del huracán y encontrar la paz con Dios.
Nuestro mundo enfrenta el juicio justo de
Dios; los males tambalean las estructuras políticas, sociales, económicas y
religiosas, no hay escape. Dios está enojado con el sistema del mundo. Dios
está cansado de la idolatría, las supersticiones, la inmoralidad, la corrupción
y las mentiras religiosas. No tenemos por qué esperar que Dios premie la maldad
con salud, prosperidad y felicidad. El único modo de enderezar el camino del
hombre es el evangelio de Jesucristo. Por ello el evangelio es el mayor tesoro
que Dios podría darnos para la paz en la humanidad.
7.
ESTARÉ
DISPUESTO A PAGAR EL COSTO DEL LLAMADO DE DIOS.
Ser testigo sincero de Cristo
tiene sus costos. Basta con mirar la historia de la iglesia para darnos cuenta
de que seguir a Cristo no es para cobardes. Los paganos nos tildarán de
herejes; los ciegos espirituales nos acusarán de ignorantes; los políticos
poderosos nos negociarán para asegurar sus posiciones; los falsos cristianos
pedirán nuestras cabezas. El contexto de las palabras del apóstol Pablo nos
muestra que él estaba a punto de entrar a la boca del lobo. Iba a Jerusalén,
donde le esperaban persecución, cárceles y sufrimiento; pero nada le
amedrentaba, ni siquiera las predicciones que los profetas hacían por revelación
del Espíritu Santo. Pablo sabía que este sería el modo de lograr un mayor
impacto con el evangelio en el mundo judío y romano. Su vida era un instrumento
en las manos de Dios para que el evangelio corriera desde las mazmorras hasta
el trono imperial. El llamado nos hace estar seguros ante cualquier amenaza
aparente.
8.
INVITARÉ
A OTROS A INTEGRARSE A LA CAUSA DE CRISTO.
El apóstol no está solo. Dios ha
levantado una estela de líderes que están dispuestos a dar su vida por la
iglesia de Cristo. Recordemos que Pablo está de paso por Mileto, rumbo a
Jerusalén, y en esa ciudad cita a los líderes de Éfeso para encargarles las
iglesias de Asia Menor. Cuando Jesucristo confirmó el llamado de Pedro le
preguntó enfáticamente: “Pedro, ¿me amas?… apacienta mis ovejas”. Si usted ama
a Cristo, debe buscar a otros que se encarguen de las ovejas de Cristo. Todos
somos importantes, pero ninguno de nosotros es indispensable. Todos somos
útiles, pero no estaremos por siempre. Somos temporales, pero así como nosotros
fuimos ganados por otros que se preocuparon por nuestra salvación y cuidado,
así necesitamos entrenar a otros para que la iglesia siga creciendo por la
palabra de ellos.
Abraham
trajo consigo a Lot; Moisés trajo a Josué, Elías llamó a Eliseo; Andrés invitó
a Pedro; y Bernabé fue por Pablo. ¿Usted a quién invitará a colaborar en la
obra de Cristo este año?
Pastor Moisés Brito Valeras
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