1 Vengan,
cantemos con júbilo al Señor;
aclamemos a la roca de nuestra salvación.
2 Lleguemos ante él con acción de gracias,
aclamémoslo con cánticos.
3 Porque
el Señor es el gran
Dios,
el gran Rey sobre todos los dioses.
4 En sus manos están los abismos de la tierra;
suyas son las cumbres de los montes.
5 Suyo es el mar, porque él lo hizo;
con sus manos formó la tierra firme.
6 Vengan,
postrémonos reverentes,
doblemos la rodilla
ante el Señor nuestro
Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios
y nosotros somos el pueblo de su prado;
¡somos un rebaño bajo su cuidado!
Si ustedes oyen hoy su voz,
8 no endurezcan el corazón, como en Meribá,
como aquel día en Masá, en el desierto,
9 cuando sus antepasados me tentaron,
cuando me pusieron a prueba,
a pesar de haber visto mis obras.
10 Cuarenta años estuve enojado
con aquella generación,
y dije: «Son un pueblo mal encaminado
que no reconoce mis senderos.»
11 Así que, en mi enojo, hice este juramento:
«Jamás entrarán en mi reposo.»
LA ADORACIÓN GENUINA
La
adoración genuina consiste esencialmente en cantos alegres y oración sincera
que nacen de un corazón redimido atento a la Palabra de Dios y una conducta
obediente a sus mandatos.
En la Escritura hay testimonios de una adoración equivocada que no glorifica a Dios.
Caín trajo una ofrenda para recibir alabanza
Balaam bendecía al pueblo para recibir
ofrendas
Saúl seleccionó animales para el
sacrificio del anatema
Los israelitas adoraban levantando sus
manos sangrientas
Los fariseos oraban alabándose a sí
mismos
Los corintios hacían su “Show de la
fe” por carnalidad
Los laodicenses, ricos y sofisticados,
adoraban con tibieza.
¿Qué características
tiene una adoración genuina?
1.
DOS ACTOS PRINCIPALES: CANTAR Y ORAR. v.1
La adoración es un encuentro entre
Dios y su pueblo, donde el primero invita, y el otro asiste para celebrar a
Dios mediante el canto y la oración. El culto incluye muchos elementos, pero predominantemente consiste en cantar y orar. El Señor me ha permitido estar en
otros países, pero el modelo de adoración no varía significativamente.
Si viajáramos en el tiempo para asistir a un culto en los días del rey
David, o nos sentáramos con San Agustín para adorar, veríamos casi el mismo
modelo que conocemos.
¡Cante con alegría y ore con humildad,
porque Dios es nuestro Salvador!
2. DOS MOTIVOS SINCEROS: GRATITUD Y
ALABANZA. v. 2
Cuando reconocemos que Dios nos salva
de la condenación eterna y nos protege diariamente como una roca, entonces el
corazón se llena de gratitud y alabanza.
No cantamos porque nos guste el himno, o porque los demás estén
cantando, cantamos porque estamos agradecidos en la presencia de Dios; porque
reconocemos los favores recibidos, porque admiramos su gracia, su poder, su
fidelidad. El culto será aburrido cuando hacemos las cosas mecánicamente,
cuando adoramos distraídos, cuando no entendemos lo que estamos diciendo, ya
sea en el canto o en la oración.
¡Comience a agradecer y alabar a Dios antes de llegar al culto!
3.
POR DOS ATRIBUTOS DIVINOS: SOBERANO Y CREADOR. vv.3-5
La adoración será espontánea,
desbordante y sincera, cuando experimentemos la presencia de Dios y lo
conozcamos como Soberano y Creador.
Aquí está la razón de nuestro júbilo y reverencia: Dios es Señor, el
gran Rey sobre todos los dioses. Sobre el dinero, el hombre, la muerte, los
demonios o Satanás. No hay un rincón del universo. No hay un poder que no esté sujeto a su
gobierno.
Los hombres pueden explorar los abismos bajo el mar, ascender a las
montañas más altas, o sondear lo más lejano del universo sabiendo que pisan
terrenos bajo el dominio del Creador.
4.
POR DOS ACTOS DIVINOS: SALVA Y PASTOREA. vv. 6,7a
Toda la humanidad es convocada a
adorar a Dios como Creador Soberano, pero realmente, solo el redimido es
recibido ante el trono de la gracia, no por sus méritos, sino por el Pacto de
gracia que Dios celebró con sus escogidos. Este pacto incluye en su esencia la
fe en Jesucristo, el Mesías prometido que con su muerte hizo efectivas las
bendiciones de nuestra salvación. El corazón del pacto es “Yo seré vuestro
Dios, y vosotros seréis mi pueblo”.
El
Señor, al librarnos del pecado, nos reclama como su propiedad, y nos adopta
como su rebaño para pastorearlo para siempre, tanto en nuestra vida terrenal,
como en nuestra existencia en la eternidad.
5.
DOS PROPÓSITOS FIRMES: OÍR Y CONOCER. vv. 7b-11
El centro de la adoración es la voz de
Dios. Dios nunca está callado, y menos en el culto. La adoración genuina
consiste esencialmente en oír a Dios y conocerlo cada vez más.
La exposición de la Biblia es el punto principal del culto. La adoración
que centra su atención en la música, la convivencia, las sanidades o la
prosperidad financiera, solo es una parodia de lo que Dios llama adoración.
Atender a la palabra de Dios nos llevará a conocer más a Dios, y su
manera de actuar con nosotros, y eso transformará nuestro pensamiento, nuestros
afectos, nuestras actitudes y nuestra conducta. El conocimiento evitará que le
deshonremos con nuestras rabietas y rebeldía.
Oír a Dios, y conocerlo, nos llevará a una vida de paz y descanso. Esa
paz de Dios será una realidad ahora y en la eternidad.
aclamemos a la roca de nuestra salvación.
2 Lleguemos ante él con acción de gracias,
aclamémoslo con cánticos.
el gran Rey sobre todos los dioses.
4 En sus manos están los abismos de la tierra;
suyas son las cumbres de los montes.
5 Suyo es el mar, porque él lo hizo;
con sus manos formó la tierra firme.
doblemos la rodilla
ante el Señor nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios
y nosotros somos el pueblo de su prado;
¡somos un rebaño bajo su cuidado!
8 no endurezcan el corazón, como en Meribá,
como aquel día en Masá, en el desierto,
9 cuando sus antepasados me tentaron,
cuando me pusieron a prueba,
a pesar de haber visto mis obras.
10 Cuarenta años estuve enojado
con aquella generación,
y dije: «Son un pueblo mal encaminado
que no reconoce mis senderos.»
11 Así que, en mi enojo, hice este juramento:
«Jamás entrarán en mi reposo.»
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