El amor es la motivación fundamental de Dios para crearnos, redimirnos, perdonarnos, sanarnos, conducirnos a la eternidad y consumar su reino en la tierra. El amor es un atributo divino que se nos ha comunicado mediante el poder del Espíritu Santo; pero este amor debe cultivarse, y nuestra naturaleza pecaminosa nos regresa al amor humano, egoísta, terrenal. Tenemos que imitar el amor de Dios.
1. Dios nos ama en forma única.
La palabra santo significa “trascendente”, que está
más allá de los límites de cualquier conocimiento posible.
¿Cómo puede
un Dios Justo amar a un vil pecador? ¿Cómo puede un Dios Santo vivir en el
corazón de un esclavo vendido al pecado? ¿Cómo puede un Dios Bondadoso entregar
a su Hijo amado a un pueblo que lo odiaba? ¿Por qué Dios persiste en amar a un
pueblo obstinado en la infidelidad?
Este amor
está en absoluto contraste con el amor humano, egoísta, condicionado, acusador,
traicionero, exigente e infiel.
El amor de
Dios es desconocido, hasta que Él nos lo revela; es incomprensible a la mente
humana, hasta que el espíritu nos lo aclara y confirma. Es un amor celestial.
2. Dios nos ama porque sí.
¿Hay algo en nosotros que despierte el amor de Dios
por nosotros? Nada. Hemos transgredido su ley, hemos desoído su voz, le hemos
dado la espalda a su Promesa del Salvador, hemos practicado con gozo el pecado,
hemos desfigurado su imagen en nosotros.
La única
razón de que Dios nos ame está en Él. Su amor es natural, como la luz es
natural al sol. Es gratuito, espontáneo, libre. La Biblia dice:
“Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida
santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y
gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo” 2
Ti. 1:9.
“Nosotros amamos a Dios porque él nos amó
primero” 1 Jn. 4:19.
Debía
aborrecernos por nuestra depravación, pero decidió escogernos para salvación;
debía odiarnos por la inmundicia en todo nuestro ser, pero escogió amarnos y
enviar a su Hijo a rescatarnos.
3. Dios nos ama antes que nadie.
Antes de nacer, ya me amaban
mis padres; antes de mi concepción, ya me amaban mis abuelos. Yo fui amado por
los misioneros antes que ellos supieran de mi existencia. Pero Dios nos amó
desde antes que hubiera siquiera la posibilidad de nuestra existencia. Nos amó
desde la eternidad:
“Con amor eterno te he amado; por eso te
sigo con fidelidad” Jer. 31:3b.
“Dios nos escogió en él antes de la
creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En
amor”. Ef. 1:4.
Dios es eterno. Dios es amor, y Dios en su plan diseñó nuestra
existencia y decidió hacernos objetos de su amor especial. Esta verdad está
fuera de nuestra comprensión. No hay explicaciones suficientes. Pero podemos
responder con alabanza y adoración a Dios. ¡Qué paz debe inspirarnos el amor de
Dios!
4. Dios nos ama sin condiciones.
Nosotros amamos si nos aman, amamos si nos
caen bien, amamos si se portan bien con nosotros, amamos si satisfacen nuestras
expectativas, amamos si cumplen nuestros requisitos.
Pero
Dios ama sin esperar nada a cambio, sin ver nada en nosotros. Nuestro pecado no
le detuvo para amarnos, ni nuestras caídas disminuyen su amor. Todo lo tiene
previsto desde la eternidad. Su amor es soberano, libre, inmotivado. Así lo
explica la Biblia:
“No sólo eso. También sucedió que los hijos
de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. Sin
embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y
para confirmar el propósito de la elección divina, no en base a las obras sino
al llamado de Dios, se le dijo a ella: El mayor servirá al menor. Y así está
escrito: Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú”
Ro. 9: 10 – 13.
Si
Dios tuviera una regla para amarnos, Él ya no sería libre, estaría sujeto a una
ley. Dejaría de ser Dios. Pero él nos dice que su amor está motivado por su
libre voluntad.
5. Dios nos ama sin límites.
El amor humano claudica, se cansa,
traiciona, lastima, y se venga. He visto matrimonio que se deshacen, familias
que se desintegran, amigos que se traicionan y llegan a odiarse.
Nuestra
paciencia tiene un límite, perdonamos hasta cierto punto, y nuestro amor se
marchita. Pero no el de Dios.
Todas
las cualidades de Dios son infinitas: su sabiduría, su poder, su paciencia y su
amor.
Efesios 2:4,5, dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros,
nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia
ustedes han sido salvados!
Un
paciente de un Hospital Psiquiátrico dejó escrito en su cuarto antes de morir
las siguientes palabras:
“Si fuera tinta todo el mar, y
todo el cielo un gran papel,
y cada hombre un escritor, y
cada hoja un pincel,
nunca podrían describir el
gran amor de Dios
que al hombre puede redimir de
su pecado atroz.”
(Meir ben Isaac Nehorai)
6. Dios nos ama siempre igual.
Esta
semana Dios me dio la oportunidad de visitar en el hospital a una mujer que
estuvo al borde de la muerte. Considerando la gravedad en la que se vio apenas
unos días atrás, estaba en muy buenas condiciones. Cuando terminamos la
oración, y al pensar ella en su distanciamiento con Dios, llorando dijo: “Dios
es siempre fiel”. Sí –le dije- su amor ni aumenta, ni disminuye nunca”. Ella
repitió mi frase como queriendo digerirla. “¿Entonces, no debo sentirme
culpable?” –me dijo. “No, -asentí- Cristo pagó tu pecado”.
Cuando
Cristo terminó su ministerio en la tierra, ¿a cuál de sus discípulos cree que
amaba más? ¿Cree que los amaba más que cuando los conoció? Veamos lo que dice
la Biblia:
“Faltaba muy poco para que empezara la
fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que se acercaba el momento en que dejaría
este mundo para ir a reunirse con Dios, su Padre. Él siempre había amado a sus
seguidores que estaban en el mundo, y los amó de la misma manera hasta el fin.”
Juan 13:1
(TLA).
Su
amor no varía porque su causa está en Él, no en nosotros; nada puede separarnos
de su amor (Ro. 8:39).
7. Dios nos ama sin reservas.
Una
pareja discutía en la oficina pastoral acusándose uno al otro de incumplimiento
en la relación. El esposo se puso en pie y levantando las manos exclamó: “¡No sé
qué más esperas de mí! Te lo he dado todo: Una linda casa, un auto nuevo, hemos
viajado mucho, tienes la ropa que quieres, nada te he negado”.
-“Te
quiero a ti” –dijo ella.
A veces damos mucho, pero no nos damos a
nosotros mismos.
Dios
se dio a sí mismo por nosotros:
“Estableceré mi pacto contigo
y con tu descendencia, como pacto perpetuo, por todas las generaciones. Yo seré
tu Dios, y el Dios de tus descendientes” Gn. 17:7.
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su
Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga
vida eterna”
Jn. 3:16.
8. Dios nos ama de buena ley.
En Florencia, Giotto pintó la
Caridad como una dama con un corazón y el cuerno de la abundancia en sus manos,
lista para ayudar al necesitado. Pero en el Templo de Amiens, Francia, otro
artista la representó vestida de guerrero, con su yelmo, coraza, escudo y
espada, lista para la guerra. Cervantes dijo que el amor y la guerra son una
misma cosa. No solo debe aliviar dolores, sino también derrotar injusticias.
El
amor de Dios tiene como melliza la justicia. No se oponen ni se distancian.
Actúan en conjunto. Jesús dijo:
“Si ustedes me aman,
obedecerán mis mandamientos”
Jn. 14:15.
El
amor no viola la ley de Dios, permanece puro, limpio, recto, íntegro, veraz,
fiel y santo. “El Señor disciplina a los
que ama, y azota a todo el que recibe como hijo” (He. 12:6).
No
entenderemos el amor de Dios sin considerar la creación, la caída en el pecado,
la revelación de la ira de Dios, la redención en Cristo y nuestro presente
proceso de santificación. La ley de Dios nos revela su profundo amor.
Pastor Moisés Brito.
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