VIVIENDO COMO LIBRES
Pbro. Moisés Brito
Valeras
1 Corintios 6: 12 -
20
12 Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna. 13 Los alimentos son para el vientre, y el vientre para los alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ninguna manera! 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?, porque ¿no dice la Escritura: «Los dos serán una sola carne»? 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, 20 pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Si
todos los hombres nos convirtiéramos en esclavos de Cristo, todos los hombres
seríamos libres sin necesidad de revoluciones y leyes.
Los corintios pretendían justificar su inmoralidad
sexual con una libertad cristiana mal entendida.
I ¿De qué nos hizo libres Jesucristo?
Analicemos con un acróstico las cosas sobre las cuales tenemos L.I.B.E.R.T.A.D.
L ey QUE CONDENA. “Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios,
testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la
fe en Jesucristo para todos los que creen en él, porque no hay diferencia”
Ro. 3:21,22.
I infierno ETERNO. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” Ro.
8:1.
“Irán éstos al castigo eterno y los justos a
la vida eterna” Mt. 25:46.
B elial “Sabemos
que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue
engendrado por Dios lo guarda y el maligno no lo toca” 1 Jn. 5:18.
E nemistad DIVINA. “Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,
porque, si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” Ro. 5:1,10.
R ebelión DEL ALMA. “Pero ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación y, como fin, la vida eterna” Ro. 6:22.
T emor AL
JUICIO. “En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí
castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 1 Jn.
4:18.
A fliccones DE LA VIDA. “Sabemos, además,
que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados” Ro. 8:28.
D euda DE
ADÁN. “Si por la transgresión de uno
solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los
que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” Ro. 5:17.
“Sin
una autoridad fuerte e incólumne, no es libertad al cabo de poco tiempo, sino
anarquía” (Cánovas del Castillo). La libertad tiene los límites de la voluntad
de Dios.
Mediante otro acróstico analicemos la libertad según el mundo
En el capítulo cinco el apóstol Pablo había
iniciado su discusión con los corintios respecto a un caso de fornicación.
Ahora va a terminar su discusión con el mismo tema. Confronta a sus lectores
destruyendo sus premisas equivocadas “Todas
las cosas me son lícitas” y “Los
alimentos para el vientre y el vientre para los alimentos, pero tanto al uno
como a los otros destruirá Dios”. Para los griegos el cuerpo no
importaba, sólo el espíritu. Hacían una diferencia entre lo material y lo
espiritual. Pablo procede a advertirles sobre los peligros de una libertad
carnal.
La libertad que ofrece el pecado…
P erturba
Cuando el
placer se constituye como el punto de partida para juzgar todas las cosas, la
mente comienza a confundir la Palabra de Dios. Se distorsiona la libertad, se
justifica el pecado, se cae en un dualismo filosófico.
E sclaviza
La falta de
juicio, y siguiendo el placer como sumo bien, el ser humano no advierte sobre
la conveniencia, o inconveniencia de sus
actos, si está actuando libremente o se está dejando dominar por las
cosas.
C orrompe
La libertad
para hacer lo que uno quiera, y no lo que Dios quiere, termina corrompiendo el
sexo, el matrimonio, el cuerpo, la salvación, el orden en la iglesia y todo el
tejido social.
A liena
Los corintios
tenían que ser tratados como carnales, porque su conducta y sus razonamientos
eran paganos. Habían perdido su identidad en Cristo, como santos, y se habían
rendido a sus impulsos pecaminosos.
D efrauda
Su misión era
proclamar el evangelio puro, pero lo habían contaminado. Su vocación era vivir
una vida santa, pero la habían manchado con la fornicación. Debían glorificar a
Dios en su cuerpo, y lo habían vendido al pecado.
O bceca
El pecado
entorpece la mente y oscurece los ojos espirituales. La voluntad se va en
picada. Toleraban al fornicario porque ellos mismos fornicaban. Comían con
hermanos mundanos porque el mundo había invadido su corazón. La carta explica
como iban de un pecado a otro.
La libertad sin
Cristo se convierte en libertinaje.
Pablo les recuerda a los corintios que a
pesar de sus graves errores siguen siendo “santos”,
“cuerpo de Cristo” y “templos de Dios”.
El pasaje nos deja entrever todos los
recursos que implícitamente existen para vivir como libres y no como esclavos
del pecado.
R edención gratuita.
Hemos sido
comprados con la sangre de Cristo, y del reino de las tinieblas, hemos sido
trasladados al reino de luz.
E spíritu Santo.
Nuestro
cuerpo ha sido inaugurado y habitado como templo por el Espíritu de Dios. El
pecado es una profanación al santuario.
D ominio propio.
Las virtudes
del Espíritu Santo nos dan el poder para mantener nuestra vida fuera de
cualquier dominio que no sea el de Cristo.
I ntegridad esencial.
Cuerpo y alma
fueron creados por Dios, el Dios bueno, y ambos son propiedad de Cristo, quien
murió para comprarlos y habitarlos.
M oral cristiana.
La manera de
glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestra alma es obedecer sus preceptos
morales en su Palabra. Sin componendas.
I nteligencia espiritual.
Desde el
principio de la carta el apóstol les reclama: Sean hombres espirituales;
tenemos la mente de Cristo; ¿no hay ningún sabio entre ustedes?
D estino eterno.
Tenemos que
recordar que Dios ha provisto de un hermoso destino para nuestro cuerpo, y es
la resurrección. Una prostituta no tiene ese destino.
O bra de
Cristo.
La obra completa
de salvación realizada por Cristo siempre incluye el cuerpo: encarnación,
sufrimientos físicos, crucifixión, resurrección, glorificación, la eternidad en
el paraíso.
S antas
Escrituras.
Los errores
se cometen cuando irresponsablemente ignoramos la sana doctrina. Pablo repite: “¿No sabéis que…?” (15); “¿O no sabéis que…?” (16); y “¿O ignoráis que. . .?” (19).
Pablo afirma la
santidad integral y desecha el dualismo helenístico.
Guillermo Frey, profesor de la Universidad
de Colorado, E. U. A., fue asignado como asesor de tesis a Juan, un estudiante
invidente. Un día Guillermo le preguntó a Juan cómo fue que quedó ciego. El
estudiante le explicó que fue un accidente fatal durante su adolescencia que le
quitó dos cosas: la vista y la esperanza.
“Estaba amargado y furioso con Dios por
dejar que eso me pasara y descargué mi ira contra todos los que me rodeaban.
Sentí que como me había quedado sin futuro, tampoco levantaría un solo dedo
para mejorar mi situación. Iba a esperar que otros lo hicieran todo por mí.
Cerré la puerta de mi cuarto y me negué a salir excepto para comer”.
Al profesor le extrañó escuchar la historia
porque el alumno nunca había mostrado ninguna actitud de amargura o enojo. Le
pidió a Juan que explicara cómo había sucedido el cambio. Éste le dio el
crédito a su padre.
Su papá, hastiado de la autoconmiseración de
su hijo, y dispuesto a ayudarlo a salir adelante en la vida, le recordó al
muchacho que se aproximaba el invierno y le ordenó que pusiera las ventanas de
protección contra tormentas. “Si no terminas el trabajo antes de que vuelva a
casa, vamos a tener problemas”, fue la advertencia del padre antes de salir
tras tremendo portazo.
Juan se puso verde del coraje, murmuró y
maldijo, pero como pudo, llegó hasta el garaje, donde encontró las ventanas, la
escalera y las herramientas para el trabajo. “Van a sentir mucha culpa y
lástima cuando me caiga de la escalera y me rompa el cuello”, pensó. Pero el
joven no se cayó. Poco a poco recorrió toda la casa y terminó el encargo.
Su padre había logrado su propósito. Juan
por fin se dio cuenta de que aún podía trabajar y desde entonces comenzó a
reconstruir su vida poco a poco. Años más tarde se enteró de algo más que había
sucedido ese día. Con lágrimas comentó, “después supe que en ningún momento,
durante todo aquél día, mi padre se apartó de mi lado más que 2 o 3 metros de
distancia”.
Isaías dijo: “El
Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de
corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la
cárcel” (Is. 61:1).
Septiembre 11, 2011.
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