“He aquí yo he
hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra
sus frentes. Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los
temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.” Ez 3:8-9
Los jóvenes
han sido puestos por Dios para ser la fuerza de la sociedad. Fuerza física,
fuerza moral, fuerza espiritual, fuerza intelectual, fuerza de ánimo, fuerza de
unidad. Las manifestaciones contra lo sucedido en Iguala son un ejemplo de esa
fuerza, solo que las masas en ocasiones pierden el control de sus acciones.
Pero allí está la fuerza para realizar cambios. Las manifestaciones y
pronunciamientos de los estudiantes del IPN son otro ejemplo de unidad y fuerza
moral. Los objetivos comunes unen fuerzas contra realidades que reprueban.
El profeta
Ezequiel fue equipado con la verdad para tener poder ante la oposición de los
rebeldes israelitas cautivos de Tel-abib. Tenía que comer la Palabra de Dios
para hablar y responder ante la casa de Israel. Contaba con la presencia y la
autoridad de Dios para realizar su ministerio. Esa es el arma poderosa en las
manos de la juventud para vencer en todos los frentes que luche.
La impotencia
de los jóvenes los lleva a resistirse a la autoridad con ataques verbales,
insultos, difamaciones y acusaciones mal informadas. Pero una lucha legítima
siempre se gana con la verdad. Con una mente informada, un corazón íntegro, y
un trato con respeto a la investidura de las autoridades, lo merezcan o no. Podemos
ver una muestra de esa actitud en la lucha que libró y ganó Mahatma Gandhi,
Martin Luther King o Nelson Mandela. Ese ejemplo nos dejó el apóstol Pablo ante
las autoridades imperiales que lo juzgaban. Ese ejemplo nos dejó el rey David
en su lucha contra el rey Saúl. Jesucristo mismo tuvo esa actitud al enfrentar
su juicio injusto ante Herodes y Pilato.
Los jóvenes
están para irrumpir en lo obsoleto, para renovar lo caduco, para destruir lo
que ya es inútil, para establecer nuevas formas, introducir nuevas
perspectivas, pero siempre con el poder de la verdad, la fuerza de las
palabras, y la habilidad de la inteligencia y la razón. Nunca con una fuerza
destructora que genere más violencia.
El profeta
Ezequiel representaba la presencia de Dios ante los cautivos. Cuando Dios
hablaba, él hablaba. Cuando Dios callaba, él callaba. No es fácil hacer eso. Se
necesita un corazón rendido a Dios y conocer sus propósitos para actuar de
acuerdo a su voluntad. Pero cuando estamos en comunión con Él, tendremos el
valor para hablar la verdad ante quien sea, tengan la respuesta que tengan.
Oigan o no oigan. Recordemos que el Señor Jesucristo era un joven de treinta
años que se enfrentó a todo el aparato gubernamental y religioso de su nación
sin amedrentarse. La verdad de Dios fue la fuerza que le hizo invencible. Solo
la muerte lo hizo callar. Pero su estela de enseñanzas no permitió que su
revolución espiritual acabara en su tumba. Su obra permanece por los siglos y
sigue generando cambios en la sociedad.
Dios quiera
que los jóvenes de nuestra iglesia sean un agente de cambio de acuerdo a la
voluntad revelada y providente de Dios. Que Dios siga levantando líderes que se
interesen en la vida de nuestros jóvenes.
Pastor Moisés Brito Valeras